El hombre espera su turno frente a la ventanilla número tres de la delegación de hacienda de un barrio de Madrid. La sangre indígena corre por sus venas, por sus manos, por su pelo, por sus sueños. El hombre lleva dos teléfonos que no paran de sonar, unos zapatos negros, viste de camarero engominado. Deduzco que es dueño de un bar porque a unos les habla del dinero que no tiene y a otros les da instrucciones sobre cómo encender la máquina de café. Mientras, contempla una hoja de papel en la hay sumas y restas y más sumas y más restas y más restas. Cuando cierra los ojos siento que está a punto de llorar. Al llegar a la ventanilla me da por comentar el estres que se huele en este lado, y una mujer tranquila me dice que nadie reconoce el mérito de soportan el estres ajeno.
Oí tu entrevista en "Espacio en blanco" y, después de reponerme del hastío que me producen las palabras "creo" o "siento", pensé que de alguna manera, podría ver el mundo a través de tus ojos. Había tanta paz y pasión en tus palabras que, por un segundo, vi reflejado en ellas la persona que solía ser y ya no soy. Y es que he cambiado tanto y estoy tan vacío. Ayer, sin ir más lejos, estuve en un concierto de una conocida cantautora madrileña. Fui invitado. Y, a pesar de las letras melancólicas, nada. Como oyendo la misa del gallo. Modorra e indiferencia. Nada.
ResponderEliminarMe gustaría mantener una correspondencia contigo. Nada obligado. Me gusta tu forma de escribir y que, de todo el conjunto de detalles que compone una escena/situación, seleccionas lo importante. Me hiciste recordar una frase de mi profesora de Literatura, respecto a mi forma de escribir - "Denotas un gran equilibrio interior" - Recuerdo haberme reído de aquello. Ahora lo entiendo.
¿Por qué correspondencia contigo? Porque puede que en alguno de tus viajes o experiencias, hayas encontrado una piedra de sílex huérfana. La que se me perdió en el camino y que necesito para volver a encender mi interior.
Gracias.
Gustavo Romero.-