jueves, 13 de septiembre de 2012

El llamado de la Tierra, el tiempo de la memoria ancestral

El abuelo de México habló: Ya es tiempo de creer para crear. Despues lo hizo Pilar, la abuela de España, de Cataluña: Hoy es es principio del cambio; hemos de recuperar la memoria ancestral, recordar quiénes somos y eso esta también en los alimentos que comemos. Y Pilar dijo también: Crisis, políticos, dinero; demosles todo el dinero a los políticos, que se queden con él y nosotros volvamos a la tierra, volvamos a las comunidades; comencemos a vivir en el corazón. Y hablo la anciana guineana, y dijo que por primera vez los tambores le hicieron sentir por sus venas la sangre de su pueblo negro; de que hoy había cambiado su vida, pero de que podía quedarse en la vieja vida o ir hacia la nueva. Y despues lo hizo la hermana benedictina perteneciente al monasterio de Monserrat, y habló de la paz entre pueblos, de los tiempos que nos toca vivir, de crear el presente repleto de esperanza, de que ya es tiempo de recordar. Y Mariana dijo: Vivimos en una tierra dividida en dos, Iberia, es tiempo de perdonar, de limpiar y curar nuestras heridas, de sabernos parte de una historia común. Durante cuatro días he danzado con los tambores tocados por manos de hombres y mujeres de muchos paises que invocaban  para despertar sus corazones, y para sanar el corazón de la tierra. Durante cuatro días he entrado al ombligo de la Pachamama y, junto a mujeres de todo el mundo, he invocado la fuerza de lo femenino. Durante cuatro días he contemplado a hombres y mujeres enraizar y recordar quienes son. Durante cuatro días he conocido de cerca el poder de los deseos; la forma en la que se cumplen los sueños; la manera del despertar. Y todo ha respondido al Llamado de la Tierra, en Monserrat.
Porque todo es la respuesta a un sueño. Eduardo, dueño de la finca Mass Grass, soñó que había que reunir a los abuelos y abuelas sabias del mundo para que ellos nos hicieran recordar y nos ayudaran a cambiar el pequeño mundo en el que vivimos; los ritmos cotidianos en los que estamos inmersos, el respeto a la Tierra donde vivimos. Soñó que la voz de los abuelos se escucharía muy lejos. Y llenó su finca de templos ceremoniales abiertos a todas las culturas y religiones, y llamó a abuelos y abuelas que han heredado la sabiduria ancestral de sus abuelos y de sus abuelas. Y los abuelos y abuelas acudieron; con ellos trescientas mujeres, hombres, abuelos y niños nos unimos a su llamada. Y lloré, porque esa misma llamada también la había soñado yo, y, quizá, cada uno de nosotros. Dancé al ritmo de los tambores y supe que tenía dos opciones, dos caminos, dos posibles vidas: La de la memoria o la del olvido. Las dos están en mi mano; también en la tuya.

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