domingo, 27 de septiembre de 2009

Havana y el blues.

La noche ha caído sobre Havana/La Habana y no suena blues, sino violines en una televisión internacional. Llegué sin prejuicios y un hombre de piel oscura, que conducia un autobús me dijo: La revolucion fue lícita, cuando yo era joven no podía entrar donde estaban los blancos. Ahora todos somos iguales. Y los niños están en las escvuelas, los hospitales están llenos y son gratuitos como no lo son ni en Estados Unidos, las universidades están abiertos a todos.
A media tarde conocí a un joven de piel oscura, pelo trenzado a lo afro y ojos cargados de sueños y dolor. Habia algo en él, esa especie de estigma que deja la amargura de quien sabe más de lo que quiere saber, ese gesto de los optimistas informados, que decía Benedetti. El joven tiene unos treinta anos, pinta retratos en blanco y negro de figuras rotas, suena con viajar. Fotografia chabolas con una cámara rota, imagenes de miseria. Dolor. Hace pocos meses salió de la carcel. Permanecio dos anos alli por pintar paisajes ilicitos. Sin embargo, aunque sus ojos pocas veces dicen lo que su voz esconde el joven suele contar que alli aprendió mucho y que solía escribir las cartas de los otros presos.
'Yo los escuchaba, los preguntaba y ellos solían contarme lo que querían decir a esa mujer con la que hace tiempo que no hablaron, a esa novia que no supieron dejar. He conocido a hombres que han matado a su familia en un arrebato de ira y gente, que como yo, estaba en la cárcel por no haber hecho nada. Necesito volar, me parece oir.
En su voz creo escuchar todas las mentes libres del mundo, todas las voces que protestan, todos los artistas que en algun momento y en todo lugar sueñan con construir utopías posibles. Y, sin embargo, el ha sido un preso, un juguete a punto de romperse, una voz que corre el riesgo de fundirse en la lluvia del silencio y la impotencia.

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