
A veces la realidad te toma de frente y te obliga a aceptar, a dejar ir, al abandono. La enfermedad es una de esas realidades de las que, cuando llama a tu puerta, sólo puedes abandonarte a ella y aceptar el camino que te hará recorrer. Hoy he estado en urgencias en el hospital clínico de Madrid, a un lado y otro gente de todas las edades mostraban rostros entristecidos, ojos enfermos, cuerpos con huella de enfermedad. La luz era artificial y apenas había olores, lamentos, sonidos. Había ancianos e inmigrantes de todas las nacionalidades imaginables. Había madres solteras, parejas gays, solitarios empedernidos. Y, pese a esa multitud, sólo se escuchaba el altavoz cantando un nombre detrás de otro. Todos los que estábamos allí estábamos aprisionados en un bucle en el tiempo y dejábamos de existir por un instante, hipnotizados en ese tiempo no tiempo que olvidaríamos nada más pisar la calle. Olvidaríamos las sillas de ruedas, las camas en los pasillos con gente dormitando sobre ellas, los jovenes y hermosos enfermeros que sonreian al hacer su trabajo. Las enfermeras capaces de cantar en ese ambiente oscuro y hostil. De repente recordé los hospitales de Gaza y su olor, ese penetrante aroma que debe ser la muerte. Los hospitales de Irak y el hedor de sus baños, de sus quirófanos, las lágrimas en los ojos de los enfermeros. Los centros de salud de Colombia. Y allí, sentada entre esa locura, a la espera de que llegara mi turno, de entrar en ese otro tempo-no tempo del quirófano recordé que pocos paises en el mundo tienen seguridad social, pocos atienden de forma gratuita a todos sus habitantes. Recordé también que al menos en la comunidad de Madrid algunos hospitales se están privatizando. Cerré los ojos y pude ver lo que eso significa: Pasillos vacios, rechazo de enfermos, enfermeras que no cantan.
Lo olvidé al pisar la calle.
Hoy la contra de la Vanguardia nos presentaba un médico bastante curioso.
Dice inma Sanchis sobre él: "El cirujano inglés,Geoffrey Smith nos cuenta la historia de Henry, uno de los neurocirujanos más importantes de Londres, pionero en su campo y un excéntrico que va al hospital en bicicleta y que con sus propias manos construye las cajas de instrumental reciclado que desde hace quince años lleva a Ucrania, donde opera gratuitamente. Su especialidad: la enfermedad que más gente lleva a la muerte. En sus reflexiones y en el interesante filme de Smith se plantea abiertamente qué significa para un médico intentar salvar una vida y fracasar. "Mi hijo tuvo un tumor cerebral y yo estaba desesperado por encontrar a alguien que lo salvara. Ahora no puedo huir de los que me necesitan".
Os adjunto el link: http://www.lavanguardia.es/lacontra/lacontra.html
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