Al verme llegar Doña Inés me sonrió como hacen las ancianas que ya lo saben todo, me mostró el catre arreglado y limpio en el que dormiría, y me soltó que su dios no permitía que nada desapareciera de allí.
¿Cómo iba a permitirlo? Yo sonreí, con esa sonrisa autosuficiente que tanto me disgusta en otros.
No tuve que preguntarme cuál era su dios, porque á la entrada hay un pequeño altar a la virgen, una vela que siempre se mantiene encendida, calendarios y posters religiosos que lucen sobre sus limpias y humildes paredes.
Fue al anochecer del primer día le pedí poder sentarme frente a los fogones, de espaldas a la habitación en la que los otros pensinados jugaban al parchís y al dominó para olvidar la amenaza de la lluvia, escuchar el crepitar del fuego mientras ella cocinaba iluminada apenas por una linterna. Entre el ruido de las cazuelas, el chisporroteo del fuego uy el burbujeo del agua, doña Inés se mueve con tanta gracia que al verla una no puede evitar pensar en una bailarina de claqué. Pero no, no lo era. Azuzada por mi silencio, y esa sensación de no pertenencia que a veces me posee en los viajes la abuelita Inés comenzó a contarme. "Yo soy wayú y no sé nada, mi mamá era wayú y mi papá arhuaco. "
Wayú, la abuelita Inés acababa de pronunciar la palabra mágica. Dos días antes yo escuchado una amplia entrevista a una mujer chamán wayú, en ella hablaba sobre credos, quieros y puedos de uno de los pocos pueblos matriarcales que aún habitan la tierra. Y esa entrevista llegó hasta mi como un regalo, una respuesta a mis plegarias. Y así se lo dije a Inés, que, dejó a un lado sus cazuelas, se sentó junto a mi e ilunimó mis anotaciones con su linterna. "Yo soy wayú pero no sé nada de los wayú. Nadie me contó nada. No tengo a nadie cerca wayú". Y así le hablé de la costumbre wayú de encerrar a las niñas antes de tener la menstruación durante unos días, de las montañas donde están los espíritus, de los tres cerros que rodean su tierra, de la leyenda de la tejedora y de la mata que las mujeres comen para ver los tejidos que pueden hacer. También le hablé del significado de los ojos de las moscas, de los espíritus que se aparecen en sueñps y de los sueños, de esos sueños que avisan. Entonces la abuelita Inés comenzó a hablar. "Soñé que mi papá y mi mama me decían que vivian en el cerro, que allí estaban esperándome. El cerro era alto, alto, alto. Le conté el sueño a mi marido y dijo que a ver si me iba a pasar algo, que a ver si me iba a morir. Pero de eso hace tres años y estoy bien...No sabía a quien consultar, pensé en preguntarle a un mamo, pero los mamos de ahora no son como los de antes...Los indígenas siempre estamos atentos. Una noche estabamos mi hijo y yo jugando al paqué, dale que te dale, dale que te dale. Sería la una y escuchamos como si estuvieran serrando. Zas, zas, zas, zas. Escuchamos también un pájaro de esos que anuncian el mal agüero, que son rojos, de cola larga y boníiiiitos, le llamamos njatam. Y salimos a ver, porque a esa hora quién sierra, por el día serraba un vecino pero por la noche. Y caminábamos y el ruido de la sierra se movía con nosotros. Y caminábamos y se movía. Y se movía. Y el pájaro cantaba. Nos asustamos y volvimos a casa. Al poco tiempo mataron al vecino. Luego, de día, escuché al pájaro en la escuela. Se escuchaba también el ruido de trac, trac, trac, del poporo moviéndose. trac, trac, trac. Y el pájaro. Fuuuuiiiiii, fuuuiiiiiii, fuuuuuiiiii. Nos asustamos. Al poco tiempo mataron al padre de mi compañera. Eran malos tiempos. La guerrilla estaba por aquí. También los paramilitares en la montaña. Había muertos entonces.
Un día los de la guerrilla entraron en la casa y pidieron de comer. Les hice la comida y cuando iban a pagar me preguntaron si sabían quiénes eran. Yo les dije que lo suponía, les dije que que no me pagaran, pero que nunca más entraran en mi casa porque si había lucha ellos tenían armas y los muertos eramos nosotros. Y se lo dije tembláaaando. Luego no sé ni cómo se lo dije, qué miedo, podrían haberme matado allí, pero entonces no lo pensé."
Y no volvieron. Ahora hace mucho tiempo que no escucho el njatam. Esto se ha calmado.
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