A primera hora de la mañana ella pisaba el acelerador del smart en dirección a la gran ciudad mientras hacía llamadas.
"No pienses que porque estoy en tantas cosas no estoy pendiente de ti". me dice pese a que ella es la ejecutiva y yo la creativa, y pese a terminar de salir de varias reuniones claves para mi.
Tiene 58 años aunque no parece tener más de 45, cuatro hijos, y unos cuantos divorcios a sus espaldas.
-¿Cómo lo haces?¿Cómo has conseguido criar a todos tus hijos casi siempre sola y seguir con tanta fuerza?, pregunto, asustándome de mis propias palabras. (!No puedo evitarlo!)
-Si alguna vez me suicido será por la noche. Soy una alondra. Cuando mi marido me abandono mientras estaba embarazada yo me acostaba muy pronto, junto a los hijos, y me levantaba al amanecer. Tenía que sacarlos adelante. Si me sentía triste me dormía pronto y al día siguiente las brumas pasaban. De día las cosas se ven mejor. Si alguna vez me suicido será por la noche, insiste.
Tiene el pelo rubio, los ojos castaños, las manos finas de quien nunca parece trabajar. Pero las apariencias siempre engañan. !Siempre!
-Ahora digo a mi actual marido lo bien que se va porque he dejado de ser la mula que tira del carro ella sola a formar parte de un carro tirado por dos bueyes. !Esto ya está muy bien!
-¿Cómo lo has hecho?¿Cómo te has sobrepuesto?, insisto. !A mi me cuesta tanto!
-Una se llena de cicatrices, pero soy muy optimista y siempre veo el lado bueno de las cosas, siempre confío. Y me gusta lo que hago. Me gusta mucho mi trabajo. He querido ascender y , no te lo voy a negar, también he querido cobrar más dinero. !Me ha ido bien! insiste mientras me deja a la puerta de mi casa.
Después se aleja en el coche mientras llama, contesta, piensa, prepara la siguiente reunión... volando, como una alondra.
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