viernes, 30 de mayo de 2014

Luz, la niña chamán y la magia de Atapuerca


Había una vez una niña que creía en la magia, nació en un pueblo muy pequeño de Castilla, en plena Península Ibérica, y decidió dedicarse a viajar para contar historias. Nada más crecer se hizo periodista, recorrió el cielo, el infierno y la tierra, descubrió soñadores, y también gente que jamás sueña; y siempre se preguntó por qué. Fue muy cerca de la casa donde nació donde encontró las respuestas. Tenía que escribir sobre una Sierra llamada Atapuerca que guardaba los yacimientos europeos más antiguos; en cuyos túneles y cuevas duermen desde el principio de los tiempos los grandes secretos de la vida y de la evolución; los grandes tesoros de la humanidad. Allí, junto a los científicos, rodeada de encinas y mariposas, supo que hubo un tiempo en el que otras especies humanas habitaban la tierra, conoció una piedra con nombre propio que para muchos científicos esconde el secreto de todo lo humano y descubrió los nombres propios y las historias reales de los más antiguos habitantes de la sierra convertidos en los más antiguos fósiles del continente; y ante todo supo que aquellos guardianes dormidos de la sierra ya sabían que las cosas más grandes a veces parecen muy pequeñas; y que lo más importante de todo apenas se ve.

Luz, la niña chamán, cuyas primera semilla se gesto hace casi una década, es un viaje de iniciación a la vida en el que cada clan del bosque, cada animal y especie, cada persona, enseña a la niña la importancia de la biodiversidad. Luz aprende cómo la tierra que habitamos nos enseña las claves de nuestra vida, cómo cada ser vivo tiene una canción importante que cantar, pero ante todo, enseña cómo lo más importante de todo es descubrir nuestra propia canción y creer en ella, aunque a veces haya brumas, tormentas, hombre de fuego o serpientes en el camino. Escribí Luz, la niña chamán para que llegara a todos los niños del mundo. Escribí Luz, la niña chamán para Gabriela, una niña entusiasmada con Atapuerca. ¡Escribí para ella y para que todos los niños sepan protegerse de los hombres de fuego y de su propio miedo, para que descubran que la naturaleza tiene todas las claves y que lo más importante es bien pequeño…Y, por supuesto, para que cuando viajen a Atapuerca vean la Sierra el cofre que contiene el tesoro más importante de todos, la gran clave de la evolución humana y de la propia vida.

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