Hoy he recogido de la editorial La voz de la tierra y la mujer chamán, mi primera novela; una voz en el viento, una gota en el mar, un granito de arena en el desierto, pero también soy yo. La voz de la tierra y la niña chamán es también un sueño cumplido, un viaje de iniciación en el pleistoceno medio para la protagonista tanto como lo es para mi. en el arte de amamantar los sueños.
Magia, guerra, pasión, feminidad, poesía, respeto a la naturaleza y consciencia son los ingredientes de una pócima que he tardado varios años en crear, pero que me ha ido creando con ella. Luz es una mujer de hace quinientos mil años que viaja al corazón del mundo en un universo amenazado por el miedo, el poder de la naturaleza y la guerra. Sin embargo, Luz se abre camino guiada por su intuición, por el saber heredado de las mujeres de su estirpe y por las señales. Sumergida en un viaje sin retorno, Luz, su protagonista, descubre los secretos de los hombres que llevan el fuego, el poder de la pasión, la forma de afrontar el miedo, cómo la naturaleza habla, y, sobre todo, su propio poder.
Empieza así:
Con el paso de los años sólo el tacto de la piedra y la voz de Luz pudieron rescatar a los hombres
de su propia zozobra. Frente al hueco de la Sima, Inty y Mayo se miraron a los ojos por última vez.
Estaban juntos y desnudos, pero nada dejaba entrever aquella luz de sus almas, la pasión de toro
en celo, el sentido del humor que tiempo atrás llenó la Sierra de carcajadas, el intenso amor que
habían compartido. Hacía frío y olía a frío. El horizonte se escondía tras una niebla opaca que, aquí y allá, dejaba adivinar un fondo de matices verdes y negros. Las culebras andaban aletargadas entre las oquedades de las cavernas y los pájaros guardaban silencio, adormecidos. Dos águilas en lo más alto permanecían hieráticas, como viejos dioses convertidos en estatuas de sal. Bajo ellas todo parecía perfecto. Puro equilibrio. Pura verdad.
De vez en cuando las estatuas de sal movían la cabeza en busca de presa. Las piedras con las que se hacía la música ritual sonaron, de repente. Después, los dos hombres escucharon de nuevo cantar a Luz y supieron que era la última vez. Su última vez. Y ya nada pudo impedir que derramaran sus lágrimas, ni que las imágenes de toda una vida regresaran a ellos sin nostalgia ni pesar, a borbotones; apenas un acto de despedida, un acto de egoísmo, un último intento
para detener el tiempo y su fin.
Como el día en el que terminó su infancia volvieron a saborear las últimas dos gotas de leche que
habían cogido al vuelo en los pechos de sus madres. Inty el derecho, algo más relleno; Mayo el
izquierdo, que caía estirado hasta la cintura.
Ahora, el viento soplaba con más fuerza y esculpía imágenes claroscuras en las nubes que poco
a poco sustituyeron a la niebla y se iban transformando: Un niño de pecho. Un inmenso corazón
partido en dos. Una hembra ciervo y su bebé en estampida. Una abeja reina. Un hombre muerto.
Los colores del horizonte se tornasolaron y las figuritas de vapor, recortadas sobre el cielo gris, se
volvieron naranjas, rojas, grises y casi negras. En ese instante los dos hombres pensaron lo mismo:
Las nubes eran un poco como ellos; cambiantes como ese momento de la historia que les había
engendrado, efímeras como la vida que les había tocado llevar, antojadizas como la mano maestra
que había movido todos los hilos y les había puesto allí, frente a un abismo mortal, casi como al
principio. Sutiles como ese latido que se ausentaría de su pecho, poco a poco.
Pero aún les quedaba ese último suspiro, ese último instante, esa despedida. Aún quedaba el final
y ambos lo sabían. Por eso Mayo necesitó mirar hacia la cueva donde las tribus nómadas solían
reunirse y, por eso, recordó el día en que había acariciado la cuarcita roja que tanto importaba a su pueblo y tanto supuso para él. También esa fina epidermis de Luz tan cálida como el ombligo de una madre. Y su mente prefirió vivir esos momentos aferrada a los recuerdos de aquella mujer a la que amaba, y al hijo que albergaba su cuerpo.
Inty, en cambio, recordó el tacto frío, intenso y suave de esa piedra rosa que atraía con la fuerza
de un imán, el dulzor de la miel y la graciosa danza de las abejas; también el sabor agripicante de
las entrañas de la mujer. Soñó con la suavidad de su rostro, veteado ahora por las lágrimas que se precipitaban hacia la tierra con prisa.
Podeis encontrarla en librerías como La Casa del Libro.
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Hace 13 años
Enhorabuena y felicidades que las confirmaré de seguro cuando lea el libro.
ResponderEliminarBesos y deseo que pases unas muy felices fiestas.
Enhorabuena bonita! Estoy deseando ir a la librería para conocer a Luz y poder asomarme a la ventana de sus ojos y de los tuyos.
ResponderEliminarElena: Vivo en la provincia de Misiones (Argentina)y hace apenas unos días atrás vi en TVE (Televisión Española) que comentaban este libro tuyo. El neolítico es una era que me fascina y, muy especialmente, me atrae como materia literaria. No he podido leer tu libro, pero esos comentarios que se hicieron, picaron mi curiosida. El misterio de Atapuerca me conmueve. También escribo literatura, pero no de modo profesional. Estoy armando de a poco mi blog y te lo paso por si quisieras verlo: www.luiskosachek.blogspot.com
ResponderEliminarVa un saludo muy especial. Luis
Enhorabuena. Tu libro ha sido el mejor regalo que me han hecho en mucho tiempo.Es genial. Un saludo, Merxe.
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