miércoles, 20 de julio de 2016

Joven británica de kefía y el Corán como su alternativa

15:00 del sábado frente a la Alhambra. Mariam observa la ciudad sentada junto a la ermita de sant miquel en un muro de piedra detrás del cual hay un orfanato, una fuente y un pinar donde grillos y cigarras cantan al llegar el atardecer como si se acabara el mundo. De inmediato mi atención porque va cubierta con un férreo pañuelo como manda la tradición islámica pero su piel es tan blanca, sus ojos tan azules, su acento británico y sus ganas de entablar conversación tan evidentes que, aunque ninguno de los motivos sea concluyente, desde el primer instante me da la sensación de que tiene que ser conversa... -¿Es tuyo el perro?, me pregunta mientras ríe al ver que juego con Dalí como si fuera un bebe. -No, pero ¿De dónde eres?, aprovecho para preguntar, -Del Reino Unido-, me dice mientras esboza una sonrisa irónica al repetir las dos palabras que componen el nombre de su país. -¿Reino Unido? -repite.- Me hace gracia solo decirlo porque no me lo creo. No entro en el debate acerca de la unidad o no de los británicos pero sí aprovecho para seguir preguntando acerca de su condición religiosa: -¿Eres musulmana? Afirma. -¿Musulmana conversa? Afirma de nuevo antes de contarme que se ha ido convirtiendo con el tiempo, que nació cristiana pero que creció sin ritos ni valores de ningún tipo, pero sí en búsqueda. La miro. Apenas tiene treinta años y tras sus gafas oscuras detento ese brillo que da la inteligencia sutil. -Me he hecho islámica, lo he decido yo.Ha ocurrido muy poco a poco. Era una necesidad.Estaba en lucha conmigo misma. Mi pareja vino después. Eso sucedió después. El está sentado junto a ella y también contempla la Allahmbra. Se trata de un hombre joven y bello con el pelo largo recogido en una coleta, la piel negra de los hombres que proceden de la India y un estatura mediana. Sus ojos brillan con la intensidad de quien está hecho de verdad, como el de ella. A medida que los observo siento que su historia es muy común, cada vez más. Y responde al vacío de Occident y a la búsqueda de valores o espiritualidad que muchos jóvenes emprenden. A Mariam nadie dijo cómo pensar. Se convirtió por decisión propia, cambió su pelo libre por la kefía porque luchaba consigo misma tal cual escribió a principis del siglo pasado el sabio egipcio Sayyid Qutb, que defendía el Islam como alternativa al capitalismo tal cual cuenta mi querido amigo Eugenio Gascon en su último libro. -¿Has leido a Sayyid Qutb?, sigo preguntando- Ella me dice no, me dice !cuánto sabes! Y me comenta que nació en una familia cristiana sin valores ni espiritualidad, que fue bautizada pero que jamás ejerció como tal. Lo conocido para ella no era una alternativa. -¿Por qué te convertiste? -Lei, dice. -¿Habrá muchas personas como tú? -La joven afirma con la cabeza sorprendida de mis preguntas. -Soy de un pueblo muy pequeño, pero vivo al lado de una ciudad. El viaje lo he hecho sola porque me estaba rompiendo por dentro. Luchaba conmigo misma y finalmente lo hice. En el pueblo de al lado hay mezquitas donde tienen grupo de apoyo a conversos. -¿Por qué?¿Son los valores del Coran?, cierro. Ella no responde pero me mira y siento que todo en ella afirma. Así es que le hablo de como sentí tan cerca la llamada de los muecines en Jerusalén, tanto como si fuera la voz de una madre o de mi propia raíz cuyo timbre de voz me hacía llorar con el reencuentro. Le hablo del Salafismo y después hablo del mundo que yo sueño. Un mundo en el que todos somos uno. Digo: -Para mi ya no es tiempo de separar. Los sabios de las grandes religiones y prácticas espirituales trabajan juntos. Hace años estuve en Irak y fue a través de los cristianos que trabajaban con los mas radicales religiosos islámicos que conseguimos llegar a los presos torturados. Los religiosos se ayudaban conscientes de que tienen el mismo negociado y de que ya no es tiempo de dividir sino de sumar: Todos somos uno. -La tierra está muy mal. Todas las prácticas espirituales y mísitcas tienen la meta del amor que es el camino de la felicidad, de deshacer el miedo que descompone. Pronto las mezquitas serán capillas y centros donde los abuelos y abuelas sabias estarán con los jóvenes. La tierra está muy mal ya es tiempo de sumar.

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